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viernes, 2 de agosto de 2013

FRONTERAS 2 - TRATADO DE OBSTETRICIA Y LIBROS DEL XIX

No podemos evitar cierto morbo, y menos cuando se trata de libros. nada humano nos es ajeno, por lo que nos vemos abocados a rebuscar como las sudorosas mujeres que hacen cola ante los grandes almacenes al iniciarse las rebajas. Es curioso cómo se agudiza el olfato con el paso de los años. Estuve en esta casa hace tiempo, casi dos lustros, pero no recordaba nada como lo que me encontré al abrir un armarito. Estaba intentando retirar las grandes cantidades de alcohol que poblaban las habitaciones de mi vista, pues su mera visión me revolvía el estómago, y pensé que quizá pudiera esconderlo ahí. Pero me encontré con una tentación mucho mayor que la efímera de las drogas, la adicción que me hace pensar si no sería posible alargar la vida un poco más, algo así como el doble,para poder leer el triple de libros, quizá un poco más rápido, con la experiencia que el tiempo proporciona a la vista. 



Con cuidado de no caer una sola fibra de papel, y empapado del olor antiguo de los materiales de mis quimeras, los fui sacando poco a poco, sin atreverme aun a hojearlos, con miedo de que tras tantos años de encierro las ideas decidiesen salir volando,las palabras se borraran, o se despertaran demasiado bruscamente ¡de su letargo y se emborronaran entre sí, como amantes demasiado borrachos para recordar en la cama de quién se encuentran.




La codicia me nubló la vista,pero debo añadir en mi descargo que pedí permiso para robarlos... Sacar un libro de la biblioteca en la que ha pasado siglos no dejará nunca de ser un expolio, independientemente de las transacciones que se lleven a cabo. es como un robo de niños, una trata de blancas, un tráfico de órganos... Me poseyó la maldad, sí, pero el ambiente era apropiado, el silencio mi cómplice y las palabras amables una cortés muestra de la melancolía que embarga al psicópata que se enamora de su víctima. Disculpadme, soy un adicto...


 Así he vivido una nueva frontera con lo extraño, que en realidad no me extraña tanto, dadas las circunstancias, y después de una noche casi en vela en A Farixa.


 Y pensar que cuando este libro salió de la imprenta los que conocieron a Goya, comieron con él, durmieron a su lado o departieron con él en Burdeos todavía vivían...


 Qué apropiado... En un cementerio de libros...


Entre las obras, un tratado de Obstetricia del siglo XIX. Me ha sorprendido lo avanzados que estaban los médicos en cuanto a terminología, etiología y técnicas... Y sin embargo los niños morían a montones, las parturientas contraían infecciones mortales y las parteras solían ser las vecinas de al lado, que ya habían traído al mundo a legiones de críos sucios y enfermos... Ha tenido que surgir una conciencia social ante lo importante de preservar el origen de la vida, que no reside en el cosmos ni en un hipotético Edén, sino a nivel individual y cercano, y en cuanto a lo que nos concierne en este breve tiempo en que se nos permite la observación de la diminuta parte de una hoja de un árbol inmenso, entre las piernas de nuestras madres, amantes, esposas e hijas. De ahí surgimos, allí volvemos, y lo añoramos cuando, de nuevo envueltos en pañales y confundiendo los recuerdos con el presente, pagamos el precio de que se nos haya permitido respirar.

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